UN POCO DE HISTORIA

La moda de las diademas y los tocados no es una novedad. Si retrocedemos en el tiempo, veremos que en Mesopotamia y Egipto se usaban como complementos al vestuario y en las ceremonias rituales. La diadema más antigua de la que se tiene referencia pertenecía a una princesa cuya tumba se halló en Abydos, y está datada del año 3.200 antes de Cristo. En la Antigüedad Clásica (Grecia y Roma), para las clases altas peinarse era una ceremonia en la que ya participaban especialistas del cabello, “tonsores”. El pelo solía recogerse sobre la cabeza especialmente mediante cintas, pañuelos y diademas.
En la Edad Media, el uso de los tocados era muy moral. Las mujeres buscaban taparse el cabello y su uso vino condicionado por el pudor. Ya en el Renacimiento, predominaron las redes con pedrería y los casquetes de terciopelo. En el Barroco, por su parte, crecieron los volúmenes y se volvieron más atrevidos, llegando en el periodo Rococó a lucir tocados sofisticados con joyas engarzadas. Es sabido que María Antonieta llegó a colocar en su peinado una jaula con un pájaro en su interior. Con la Revolución Francesa, el cabello volvió a adoptar un estilo mucho más natural. En el Romanticismo y Realismo del S.XIX volvieron los detalles coquetos, los lazos y las grandes pamelas.

Sin embargo, ha sido en el S.XX cuando los recogidos han supuesto un mayor derroche de imaginación y creatividad. En los años 20, el charlestón impuso las lentejuelas; en los 30, Chanel, las cintas de raso con una perla; en los años 40 y 50, los sombreros tipo gánster; y en la década de los 60, Jackie Onassis puso de moda el sombrerito estilo azafata. Con los 70, los hippies impusieron sus cintas en la frente y, así, en estos últimos años hemos podido ver una gran variedad de estilos.

Comentarios

Entradas populares